Fallido experimento
Hace poco fui a ver una obra de teatro intitulada Revolución Hamlet, ello porque según tenía entendido era teatro experimental y participaban algunos activistas de la escena cultural local que además, se suponía que habían trabajado con un señor Bartak, reconocido mundialmente.
Llegamos a Matucana 100, compramos los tickets, a luca quina la entrada estabamos felices, hicimos cola, unos periodistas entrevistaban a algunos que esperaban. Al entrar, y eso que quedaba gente detrás de nosotros, las luces ya se habían apagado y parecía que la función había empezado. Agarramos un buen lugar, y empezamos a ver durante 15 minutos, lo que parecía ser las últimas escenas de la obra, super bien montadas eso sí. Efectivamente al cabo del lapso mencionado salen los actores de escena para volver y saludar al público de las maneras más inimaginables, habidas y por haber. Hasta subieron a entregar ramos de flores a los actores principales. Todo eso bajo el estruendoso aplauso del público. Obviamente a esta altura ya había comprendido que de eso se trataba, asistíamos al final de una obra. Pero como seguiría aquello... Acto seguido el director, o su asistente en este caso, sale al escenario agradeciendo haber podido participar de este proyecto, los esfuerzos, etc. e invita a los espectadores a un vino de honor que se realiza abajo. Venciendo la vacilación provocada por esta pronta invitación nos encaminamos hacia la planta inferior del teatro para encontrarnos con unos mozos sirviendo vino y una testera instalada con un micrófono y un cartel que anuncia a Genius Bartak, el supuesto director internacionalmente reconocido. Una periodista, grabadora en mano, me pregunta que pienso de esto. Ingenuamente le contesto que lo que había visto en sala me parecía muy formal y estaba a la espera de lo que iba a seguir pasando, no imaginándome que después de unos chascarros con los mozos llegaría uno de los actores a dar lectura de un acto de fe de porqué se estaba haciendo esto ya que el referido maestro se había retirado anticipadamente.
Llegamos a Matucana 100, compramos los tickets, a luca quina la entrada estabamos felices, hicimos cola, unos periodistas entrevistaban a algunos que esperaban. Al entrar, y eso que quedaba gente detrás de nosotros, las luces ya se habían apagado y parecía que la función había empezado. Agarramos un buen lugar, y empezamos a ver durante 15 minutos, lo que parecía ser las últimas escenas de la obra, super bien montadas eso sí. Efectivamente al cabo del lapso mencionado salen los actores de escena para volver y saludar al público de las maneras más inimaginables, habidas y por haber. Hasta subieron a entregar ramos de flores a los actores principales. Todo eso bajo el estruendoso aplauso del público. Obviamente a esta altura ya había comprendido que de eso se trataba, asistíamos al final de una obra. Pero como seguiría aquello... Acto seguido el director, o su asistente en este caso, sale al escenario agradeciendo haber podido participar de este proyecto, los esfuerzos, etc. e invita a los espectadores a un vino de honor que se realiza abajo. Venciendo la vacilación provocada por esta pronta invitación nos encaminamos hacia la planta inferior del teatro para encontrarnos con unos mozos sirviendo vino y una testera instalada con un micrófono y un cartel que anuncia a Genius Bartak, el supuesto director internacionalmente reconocido. Una periodista, grabadora en mano, me pregunta que pienso de esto. Ingenuamente le contesto que lo que había visto en sala me parecía muy formal y estaba a la espera de lo que iba a seguir pasando, no imaginándome que después de unos chascarros con los mozos llegaría uno de los actores a dar lectura de un acto de fe de porqué se estaba haciendo esto ya que el referido maestro se había retirado anticipadamente.
En ese momento me desilusioné completamente porqué me di cuenta que estaba asistiendo al final de dicho “experimento” que en realidad había sido una muy buena mistificación, pero en la cual el público tenía muy poco espacio para participar, excepto en la incomprensión o la indignación de haber sido engañado. Efectivamente la gran mayoría de la labor de esta mistificación había sido de difundir un espectáculo falso a través de la prensa y los medios de comunicación, supuestamente dirigida por uno de los genios (sic) del teatro experimental. Ahora la parte de participación del público había sido registrada por cámaras y grabadoras, suponiendo que estas estuviesen cargadas. Lo que deja un fantástico material a ser tratado en posproducción para una futura presentación o para un trabajo de sociología sobre mistificación y medios de comunicación. Pero no para una obra de teatro experimental lo que al final nunca fue.

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