La Funky Family
En Paralelo con Match Point no es coincidencia que hablemos aquí de La Sagrada Familia, el primer largo metraje de Sebastián Campos y obra clave del cine chileno de los últimos años.
Porque también nos confronta con aspectos contradictorios de nuestra sociedad que son revelados por una Electra, quien irrumpe en una familia durante el fin de semana largo de Semana Santa, el momento más místico y extático del cristianismo y pone a cada uno de nosotros frente a nuestro tan chileno doble estándar.
Porque también nos confronta con aspectos contradictorios de nuestra sociedad que son revelados por una Electra, quien irrumpe en una familia durante el fin de semana largo de Semana Santa, el momento más místico y extático del cristianismo y pone a cada uno de nosotros frente a nuestro tan chileno doble estándar.
Marco, el personaje principal, interpretado por Nestor Cantillana es un arquitecto que lucha por desprenderse de la autoridad y del peso que representa para el su padre (Sergio Hernández), también arquitecto. En ese contexto llega a pasar el fin de semana con una desinhibida polola, Sofia, interpretada por Patricia López, quien representará el elemento perturbador, para no decir la carne en un Viernes Santo.
Pero al contrario de la película de Woody Allen, estamos frente a una procedimiento totalmente opuesto que sin embargo produce resultados que sorprenden. Efectivamente, la ambición y la manera de filmar de Sebastián Campos fue trabajar a manera “nouvelle vague” casi con un esqueleto de guión, sin diálogos preestablecidos. La filmación duró sólo tres días en un balneario alternativo pero “in” de la zona central: Tunquén. La fuerza de esta obra reside justamente en la improvisación que consolidó a los personajes, otorgó mucha vida a la historia. Aunque muchos puedan criticar el estilo cámara al hombro con cierta razón, siento que estuvo siempre al servicio de la dinámica de la historia. Sin embargo con lo cual no puedo solidarizar, pero que entiendo por razones de presupuesto, es el resultado de la imagen por el uso de tecnología digital, aunque en cierta medida fue compensado por cierto juego con el grano.
Quizás por sus planteamientos estéticos, que pueden perturbar la comprensión inmediata y global del mensaje que nos quiere entregar Sebastián Campos, esta obra pueda suscitar muchas interrogaciones tal como el final abierto que nos ofrece. Pero más allá de toda extrapolación, basta con atenerse con los elementos básicos para ver que estamos frente a un fabuloso cuadro vivo de elementos fundamentales de la sociedad Chilena, como son la familia, los amigos que, quiéranlo o no, viven su Pasión pascual.